Los trastornos pancreáticos, tanto inflamatorios como neoplásicos, se producen cada vez más en los países industrializados. La pancreatitis aguda es una inflamación repentina del páncreas causada por coledocolitiasis, abuso de alcohol o, en casos raros, por cáncer de páncreas, hiperlipidemia, hipercalcemia, paperas o sida. La pancreatitis crónica es una inflamación prolongada del páncreas. Debido a episodios de inflamación recurrentes, el páncreas pierde su estructura original y luego su función.
Las pruebas de química clínica para α-amilasa, amilasa pancreática y lipasa se utilizan en la detección y seguimiento de la pancreatitis y el diagnóstico de trastornos abdominales.
La amilasa en suero consta de dos isoenzimas: la amilasa salivar que se origina en las glándulas salivales y la amilasa pancreática producida por el páncreas. Si bien la especificidad de la α-amilasa no es muy alta para los trastornos pancreáticos, ya que también se miden niveles elevados en varias enfermedades no pancreáticas, por ejemplo: en el caso de la parotiditis y la insuficiencia renal, la amilasa pancreática es específica para los trastornos pancreáticos.
Aunque la amilasa pancreática es mucho más específica para la detección de trastornos pancreáticos que la amilasa total, para confirmar una pancreatitis aguda se recomienda una medición adicional de la lipasa. Las lipasas son enzimas que hidrolizan los ésteres de glicerol de ácidos grasos largos. La enzima y su cofactor colipasa se producen en el páncreas. Debido a su larga vida media, los valores de lipasa se elevan durante más tiempo después de una pancreatitis que los de la α-amilasa y la amilasa pancreática.
La combinación de ambas, lipasa y amilasa pancreática, aumenta en gran medida la sensibilidad para la detección de la pancreatitis.
Autor: Daniel E. Ramírez Asmat